La vergüenza blanca asfaltada
sigue matando y callando.
En el mar se sepulta la vida.
En el manto de agua que distancia
creamos vallas infranqueables,
disparamos balones de asfixia,
permitimos que el agua
penetre el esófago,
traspase sus francos,
ocupe sus bocas
y mate.
Las mismas cunetas
que exigimos liberar por los blancos
que fueron fusilados por blancos,
son las mismas que silenciamos
en los cementerios de las montañas que vivimos
cuando los blancos siguen matando a no blancos
y no luchamos por embuchar a los asesinos
y no luchamos por tornar a cada asesinado
a los labios de quienes besaron sus rostros
ya inbesables, abandonados, putrefactos.