Olza Olzeta





La luz blanca del solsticio me presta la reminiscencia del recuerdo que se nubla entre gritos acusadores de traición. Pero yo sigo amando la decisión tomada de romper hielos rojos, verdes y fluorescentes que me ataban.

Me entristece la imperiosa necesidad de ahorcar con esparto a las compas de trinchera.

Me aborrece este oscuro abismo retractor de miserias en el que seres muy hombres, muy blancos, muy falta de luces han optado por firmar el tratado que condena al resto de la humanidad a crecer en un pozo sin fondo de vergüenza, culpa y flagelo.

Pozo ponzoñoso del que no beben esos hombres muy cuerdos, muy héroes, muy todo, pero sí el resto.

Y germinan sonrisas de infancia que enmascaran las 5 ramas prohibidas que enroscan las piernas de niñas y donde ofrecen banquete libre de cuchillas, silencio y misoprostol.

Entiendan que el silencio arde en la tráquea, crea infecciones y rocia de vapor tóxico el pozo que ustedes, hombres creadores de hombres no habitan.

¡que profundo es el hoyo, que patas más largas, cuánto más escalas el muro más crecen las piernas! Y así vivimos... a patadas.

por eso amo en parte, por completo y con columpios, la decisión tomada de romper hilos rojos, verdes, fluorescentes que me ataron y con ellos crear un territorio. Un pequeño y casero territorio mío aún estar dentro de este pozo de hombres putrefactos.

Un territorio pequeño y casero donde pueda llorarse por gusto y por triste, y que esté bien.

O acarrear vestidos de cucarachas que se amoldan y a veces bronce y a veces pozo de café en el fondo de la taza. Que las tonterías y los sinsentidos sean eso, comisuras trazando caminos.

Que los diamantes sean bonitos. y los besos también. Como también debe serlo reventar diamantes en las plazas y que la luz incidiendo en las piedras cree arcoíris reflejados en los besos de las amantes de quince patas nacidas y supervivientes del mismo pozo de los hombres muy hombres.

Y aunque sólo sea una burbuja cristalina en medio de un pozo, mi pequeño territorio casero mío, es mi supervivencia, mi escritura